UNA NUEVA VIDA

Inés Fenollar Belda. 2º ESO
 I.E.S. Pare Vitòria. Alcoy

Me presento a vosotros, mis lectores, como un joven 
fuerte al que ni el sufrimiento, ni la pérdida de seres 
queridos han derrumbado.
Mi nombre es Mohamed Alrí, nombre que heredé de mi 
padre, de mi abuelo, y probablemente del padre de éste. 
Nací en un país pobre, lleno de sufrimiento y de hambre: 
Mali. Mi etapa escolar allí fue bastante pésima, debido a la 
falta de material. Solamente, teníamos 8 ó 9 lápices para 
15 alumnos, una pizarra, varios libros y unas cuantas 
libretas.
Pese a que toda nuestra tribu nos queríamos y nos 
respetábamos, algunos días eran como verdaderos infiernos, 
porque, entre otras cosas, no teníamos comida para todos.
Pero cuando pensaba que no podían ir peor las cosas, 
unos militares asaltaron y masacraron a nuestra gente.
Mi familia y yo intentamos huir, pero mi padre 
desapareció sin dejar rastro. En ese preciso momento era 
yo el que debía conducir a mi familia hacia la salvación. 
Así que cogí a mi madre de la mano, la miré con una 
mirada firme y ella me devolvió la mirada, con sus oscuros 
y brillante ojos, y corrimos para escapar de nuestros 
captores. Al fin llegamos a un sitio tranquilo, donde aún 
se podía percibir el humo y el polvo que habían dejado 
aquellos que le había arrebatado la vida a tiros a mucha 
gente de mi tribu.
Pregunté a mi madre y a mi hermanita, que con solo 
5 años había tenido que vivir esta horrible pesadilla, si 
estaban bien. Mi hermana me contestó con una sonrisa, 
pero mi madre se limitó a hacerme un gesto con la 
cabeza. Estaba seguro de saber lo que le apenaba, mas 
no sabía cómo consolarla, ya que era muy probable que 
esos desgraciados hubieran matado a mi padre, o de lo 
contrario, estaría trabajando para ellos explotando minas 
de oro.Se me empaparon los ojos al pensar en todo esto, pero
comprendí que era mejor no llorar para no hundir más a
mi madre.
Después de un largo descanso, nos pusimos en marcha,
a la búsqueda de alguna población donde pudiéramos
refugiarnos.
Fue un largo viaje, pero encontramos una bastante
grande y fuimos en busca de alguna persona amable.
Estuvimos llamando a puertas, pidiendo dinero por la
calle. Alguien nos dio dinero para comprar un bocadillo
que compartimos entre los tres, y por fin un milagro llegó
en forma de mujer.
Nos dejó entrar a su casa y nos dio algo para comer.
Era mayor, con el pelo canoso y algunas arrugas en la
frente y los pómulos. Toda ella era felicidad y alegría.
Nos dijo que tenía familia en nuestro poblado, que
no sabía nada de ellos, y que nos había acogido porque
entendía por lo que estábamos pasando.
Pasado unos días, la señora, llamada Mathild, nos dijo
que salía una patera desde ese mismo pueblo a España, y
nos dio dinero para poder pagar el precio del billete y para
poder sobrevivir.
No dirigimos hasta el puerto, con la señora Mathild
guiándonos, y después de pagar el billete, y de despedirnos
de la señora, zarpamos.
Fue un viaje muy largo en la oscura noche, pero
llegamos a tierra firme. Y cuando estábamos ya seguros
de que todo saldría bien, vimos aparecer unas luces
procedentes de unas linternas, y oímos a los otros
ocupantes gritar: “¡La policía!” Entonces le dije a mi madre
que corriera y nos escondimos viendo cómo se llevaban a
nuestros compañeros de viaje.
Cuando el peligro pasó, salimos de nuestro escondite y
nos dirigimos hacia la ciudad, que por lo que nos habían
dicho, se llamaba Alicante.
Vimos un parque y nos instalamos en un banco
para dormir porque estábamos cansados del viaje,
especialmente mi hermana. Pasé toda la noche sin poder
pegar ojo de lo cruel que había sido el viaje y recordando,
sin poder comprender, los horrores del mismo.
Empezó a amanecer, un sol rojo salió dándole la
bienvenida al nuevo día. Mi madre empezó a despertarse
y me preguntó cuánto había dormido, yo le respondí que poco pero que no se preocupara porque estaba como
nuevo. Mi hermana seguía durmiendo y entonces le dije
a mi madre que me iba a buscar un poco de comida para
poder desayunar.
Estuve dando vueltas cerca del parque y como estaba
a las afueras, pude divisar unos bancales donde había
muchas frutas y hortalizas, así que me dirigí con el
propósito de coger algunas, pero sin abusar. Seguidamente
fui a donde estaban mi madre y mi hermana. Por el camino,
pensé en cómo serían las cosas aquí en España. Cuando
llegué, mi madre se alegró porque se estaba preocupando
de mi tardanza.
Pasaban los días, y estábamos peor que en Mali. Mi
madre decidió preguntar en algunos bares si necesitaban
alguna camarera, y mientras nosotros estábamos en el
banco o cogiendo comida de los bancales.
Un día volvió al parque muy contenta, pues un señor
muy amable le había dado trabajo en su hostal, y nos
había dejado el cuarto de la lavandería para vivir.
Nos pusimos muy contentos y nos dirigimos hacia el
hostal. Era antiguo, pero muy acogedor. Tenía el suelo de
madera y las cortinas blancas.
 El hostelero, nos mostró el cuarto de la lavandería, que
no era tan acogedor, pero al fin y al cabo, era lo único que
teníamos. Durante un año estuvimos viviendo en aquel
cuarto, hasta que el hostelero un día nos dijo que nos
daba una habitación y que nos la dejaba más barata. Fue
una gran alegría para todos.
Más adelante, pasados unos dos años, a mi madre
le hicieron un contrato y pudimos pedir los papeles. Mi
hermana y yo, con 7 y 16 años, pudimos ir a la escuela.
Nos acostumbramos enseguida a nuestra nueva vida.
Ahora tengo 21 años, estoy estudiando derecho, mi
familia y yo vivimos en un pequeño piso donde los vecinos
nos han tratado muy bien. Nos sentimos felices de estar
en España.

Comentarios

Entradas más populares de este blog